HOMENAJE
Nunca he visto mayor dignidad
que la que vi una tarde
en la mirada abierta
de un niño desnutrido.
Esbozaba una sonrisa
al borde del aliento,
me daba las gracias
mientras yo no hacía otra cosa
que estrechar su mano.
Mi corazón entre dos aguas,
el suyo entre esta mar
y la mar del firmamento.
Ellos, los que no reciben
minutos de silencio
en estadios repletos de gente,
o en plazas oficiales
al dictamen de las banderas
o de los himnos,
ellos, que son la luz más cierta
que pueda brillar
en cualquier horizonte,
dicen mucho más de la belleza
que todos los alumbrados
que en las calles
de nuestros pueblos
anuncian la venida
de un Dios hecho pobre
al que tantas veces
le damos la espalda. |